Botticelli es uno de los grandes nombres del Quattrocento italiano junto a Piero della Francesca o Andrea Mantegna. Sin embargo, tras su muerte no dejó una estela de seguidores y pronto cayó en el olvido, a pesar de haber estado bajo la protección de los Medici y haber pintado parte de los muros de la Capilla Sixtina. Habrá que esperar al siglo XIX y al movimiento prerrafaelita para que sus obras salgan de nuevo a la luz. Siendo un artista del Renacimiento, sus figuras tienen aún la languidez y estilización del arte gótico. Considerado como el "nuevo Apeles", tuvo numerosos encargos bajo el mecenazgo medíceo, entre ellos retratos de los miembros de tan poderosa familia camuflados bajo el aspecto de personajes mitógicos o religiosos. Uno de sus principales modelos fue el malogrado Giuliano, hermano de Lorenzo el Magnífico, asesinado en Santa María de las Flores en la conjura de los Pazzi, cuyo objetivo último era acabar con el mismo Lorenzo. Con veintitrés años dejó Giuliano este mundo, pero fue inmortalizado por Botticelli en varias ocasiones, como la que traemos aquí esta hoy: Marte y Venus. Además de ser un retrato de Giuliano, lo es también de Simoneta Vespucci, objeto del amor cortés por parte del joven florentino y fallecida de tisis en plena flor de la vida. Podemos observar el bello cuerpo de Marte, rendido tras haber tenido un encuentro sexual con Venus, que mira vigilante a su amante, sin síntoma de cansancio y presta para otra batalla. La mujer y el amor son capaces de agotar al hombre y dominar su violencia y sus bajas pasiones. Esta pintura estaba destinada a una cámara nupcial, por lo que contiene un claro mensaje para los jóvenes contrayentes: hombre y mujer como elementos perfectos para equilibrar una relación de pareja.