Cuando hablamos de pintura barroca en Italia, podemos ver dos corrientes claras: la que sigue la estela de Caravaggio o tenebrismo, y la que continúa con la línea clasicista del Renacimiento. A esta última pertenece Annibale Carracci, cuyos frescos para el Palazzo Farnese tienen un claro referente en las obras realizadas por Miguel Ángel y Rafael en el Vaticano.
Sin embargo, también realizó pinturas de género, emulando a los artistas
nórdicos. En ese caso, su estilo se vuelve más descuidado, menos
preocupado por la proporción, la perspectiva o la búsqueda de la belleza
y el equilibrio. Es el caso de obras como La carnicería o la que aquí presentamos hoy, El comedor de judías.
Muda me he quedado
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