domingo, 2 de agosto de 2015

Bautismo de Cristo (1440-1450), Piero della Francesca


En la pintura del Quattrocento podemos encontrar dos tendencias, una goticista y elegante, representada por Botticelli y Fra Angelico, y otra más escultórica e inspirada en el mundo del arte romano. En esta última línea tenemos, entre otros, a Andrea Mantegna, del que ya hemos analizado algunas obras en este blog, Andrea del Castagno o Piero della Francesca, el autor que hoy traemos aquí y que, si bien se le encuentra en esa tendencia más alejada de lo gótico, tiene un estilo un tanto personal, sobre todo en lo referente al tratamiento de la luz. Sin duda, El Bautismo de Cristo es un buen ejemplo de ello, además de que refleja a la perfección el carácter estático y misteriosamente silencioso que el pintor siempre plasmó en sus obras.

Centrándonos en el análisis, podemos ver que el paisaje de fondo inspirado en uno real conocido por Piero y que sirve para incluir la perspectiva, conocimiento básico que cualquier artista del Renacimiento debía controlar. La distribución de las figuras sirve también para proporcionar profundidad al cuadro al configurar cada una espacio que ocupan de manera efectiva dentro de la composición. La figura de Cristo está en el centro de la composición recibiendo de su primo Juan las aguas del río Jordán, que aparece a sus pies, y sobre su cabeza vuela la paloma del Espíritu Santo. El artista no incluye en el cuadro a Dios Padre o su Mano emergiendo entre nubes como testigo de la escena, sino a unos ángeles que miran desde el lado izquierdo el acontecimiento mientras entrelazan sus manos, posible símbolo de la concordia. Al fondo, un catecúmeno se desnuda a la espera de su turno para ser bautizado.

Las figuras están sabiamente interpretadas, obteniendo un marcado acento volumétrico gracias al ya citado empello de la luz, resaltando el aspecto escultórico y anatómico de los personajes, especialmente Jesucristo, cuyo cuerpo tiene su paralelismo en el tronco del árbol que encontramos a la izquierda. Las tonalidades no son muy vivas, al bañar las figuras con esa luz blanca y uniformemente distribuida.




sábado, 20 de junio de 2015

Cronofotografías (c.1880s), Étienne Jules Marey

La aparición de la fotografía fue toda una revolución para el mundo del Arte. Desde el rechazo inicial que los artistas hicieron de ella se pasó a usarla como un medio. De esta forma, mientras que al principio se consideraba  como algo que nunca podría equipararse a las Bellas Artes, concretamente a la pintura, después se convirtió en imprescindible para captar mejor la verosimilitud de las cosas, hacer encuadres, etc. 

En sus comienzos, la fotografía tuvo una consideración más científica que artística y dos son los personajes destacados que la usaron para analizar el movimiento haciendo uso de ella: Eadweard Muybridge y Étienne Jules Marey. Este último fue el creador de la cronofotografía. Usando la "escopeta fotográfica" se obtenía una sucesión de imágenes que captaban el desarrollo de los movimientos de una persona o animal haciendo cualquier tipo de actividad. A diferencia de los experimentos de Muybridge, cuyas fotografías eran fotogramas separados, las cronofotografías de Marey desarrollaban la acción de la figura en una misma imagen, dando lugar a un resultado más impactante, dinámico y hasta hipnótico. Este tipo de imágenes servirían de inspiración a corrientes artísticas de vanguardia del siglo XX como el Futurismo. 


lunes, 1 de junio de 2015

Atlante

El uso de la figura humana como elemento sustentante de un edificio no es algo raro. Debemos remontarnos a la Grecia clásica para encontrar el ejemplo más famoso: las Cariátides del templo del Erecteion en la Acrópolis de Atenas. Las mujeres de Caria fueron convertidas en esclavas por haber apoyado a los persas contra los atenienses en las Guerras Médicas. Por extensión, cualquier figura femenina que cumple la función de pilar o columna recibe el nombre de cariátide en recuerdo a las citadas mujeres. ¿Pero qué nombre recibe el hombre? Dos son las posibilidades: atlante o telamón. El término  atlante procede del titán del mismo nombre, también conocido como Atlas, el cual suele ser representado sosteniendo la bóveda celeste. En el caso de telamón, es el nombre que le daban a este tipo de esculturas los romanos y su origen estaría en el personaje mítico llamado así y que acompañó a Jasón y los argonautas en su famosa aventura del Vellocino de Oro.